Te pregunto cómo dormiste y
me cuentas sin más tu infancia apedreada.
Recorres las heridas de mi espalda
con cada uno de tus recuerdos
Me declaro culpable
cenicienta de tus oídos
sin más pausas que esa tos extraña o
las ganas de ir al baño
Pero tus palabras no siempre llegan
al lugar indicado
se pierden en el camino
en recesos excesivos
que tú llamas
tía María, tío Desaparecido
abuelita madre
Escapo a escondidas con mi hambre
mi paciencia engrandecida
mis temores de romperte
y así pasan los días
sin dejar de amarte.
Apenas digo “buenos días“
y me ametrallas sin saberlo
con tu epopeya de madre arrepentida
que ni dormida callas
Me saludas como en el teatro
y comenzamos a tu modo
Me llamas con otros nombres
a veces soy Anita o
o mejor tu hermana.
Pareciera que mi nombre
te lo hubieran robado
cuando tratas de decirlo.
Me siento como si tuviera seis años
Me miras y sabes que me has abandonado.
Yo me estiro con ganas de quererte
me asusta tu cara perdida
tus manos de obrera
No te quiero como debiera
Es sólo esta manera que tienes de quedarte
la necesidad de que no me abandones.
Quizás es esta boca que no se atreve a pronunciarme.